ENTRE LO QUE FUIMOS

Y LO QUE QUEDA

En la exposición "Entre lo que Fuimos y lo que Queda", la fotografía se presenta como un vínculo entre lo efímero y lo eterno, un registro del tiempo que se filtra a través de la lente. Aquí, cada imagen es un umbral hacia el pasado, un vestigio de instantes que ya no están pero que resisten el olvido. Este arte, al capturar fragmentos de realidad, nos ofrece un delicado equilibrio entre presencia y ausencia, recordándonos que cada fotografía es, un memento de lo que inevitablemente se desvanece.

La nostalgia, compañera inseparable del recuerdo, se convierte en una herramienta de reconstrucción y pérdida, un juego de luces y sombras donde lo que fuimos aún se manifiesta, pero sin poseer la claridad de lo inmediato. En estas imágenes, los rostros, los paisajes y los objetos detenidos en el tiempo no solo evocan la memoria personal, sino también el peso de una memoria colectiva. La fotografía, en este sentido, se convierte en un eco persistente, un reflejo de lo que pervive en nosotros y de lo que inevitablemente desaparece.

El olvido y la muerte, siempre latentes, son parte integral de este proceso fotográfico, que no busca embalsamar la vida, sino recordarnos su fragilidad. Al capturar lo fugaz, la fotografía permite que lo vivido continúe habitando entre nosotros, reclamando su lugar en el tiempo, aunque la esencia de lo capturado no sea más que un vestigio. Cada toma en esta exposición es, entonces, una negación de la finitud y, al mismo tiempo, una afirmación de lo irreversible.

"Entre lo que Fuimos y lo que Queda" nos enfrenta con una paradoja: la fotografía nos permite recordar y, en el acto mismo, nos empuja a aceptar la pérdida. Las imágenes que vemos son espejos que nos devuelven miradas perdidas, espacios olvidados y fragmentos de nuestra propia existencia. Aquí, el arte se convierte en un territorio donde el pasado se reconcilia con el presente, un espacio donde lo que se ha ido se hace visible una vez más, aunque sea solo por un instante.

Andrómeda 3.20